Donnerstag, 26. Dezember 2013

Albedrío y libertad en "La vida es sueño"



Durante mi lectura de “La vida es sueño” de Pedro Calderón no podía evitar una cierta empatía con ese pobre príncipe que su padre había encarcelado en una torre por una profecía vaga. Ya conocía el argumento de la obra pero, sin embargo, quise gritarle a Segismundo cuando estropeó la oportunidad de finalmente poder salir de la torre y vivir una vida de un príncipe. Por concecuencia, Basilio, el rey y padre de Segismundo, le vuelve a encerrar en la desdicha prisión. Segismundo se queda sorprendido, no entiende qué fue lo que hizo mal. Su confusión ya se manifiesta antes en estos dos octasílabos famosos:






¿y yo con más albedrío


tengo menos libertad? (v. 150-51)






¿Se contradicen entonces albedrío y libertad? Eso me interesaba y encontré el artículo de la estadounidense Theresa Ann Sears “Freedom Isn't Free: Free Will in La vida es sueño Revisited”. Sears empieza su argumentación con el intento de definir exactamente la noción de albedrío y la distingue de voluntad. Ambas palabras en inglés se traduciría por will pero la RAE propone dos definiciones ligeramente diferentes: Mientras la voluntad es más como un impulso de querer hacer o no querer hacer una cosa, el albedrío se basa en un pensamiento, una decisión tomada por un razonamiento sobre el valor de una acción. En la siguiente parte, Sears entonces aplica esta definición del albedrío a la obra de Calderón y la modifica de esta manera: Dado que Segismundo es miembro de un sistema jerárquico con ciertas reglas el albedrío no puede ser equivalente con la libertad. Es más bien un “acceptable constraint” (p. 284), una restricción aceptable. Solo tiene el albedrío de elegir entre lo que la jerarquía de poder le permite de hacer y justamente eso tiene que aprender Segismundo. Así, la segunda y tercera jornada son muy opuestas. El Segismundo de la segunda jornada es una bestia, un bárbaro: Pone los ojos en cada mujer que vea y al criado que se atreve a discutir lo arroja de un balcón. Se aprovecha al máximo de su nueva libertad que para él es hacer lo que le dan las ganas, la voluntad. Haber vuelto a su cárcel, empieza a entender que él tiene que sustituir su entendimiento de libertad por el albedrío restringido por las normas. Por lo tanto, todas las acciones de Segismundo en la tercera jornada se basan en un pensamiento muy racional con el objetivo de suspeditarse bajo la jerarquía de poder: Deja ir a Clotaldo cuando él no quiere engañar a Basilio (aunque primero piensa en matarlo), resiste a la tentación de tener Rosaura y para que se reestablezca el orden no se casa con ella sino con su prima Estrella y, finalmente, no mata a su padre (como lo decía la profecía) pero lo acepta como rey y se pone a sus pies. En exactamente eso consiste el albedrío: Tener dos oportunidades y reflejar y pensar cuál de las dos será la mejor.


A lo mejor, este punto de vista no coincide con la imagen postmoderna de la realización de la personalidad, del amor o de la satisfacción material. Son sacrificios bastante grandes que hace Segismundo. No solo suprime su rigor frente a su padre por haberlo encerrado casi toda su vida, sino también acepta que el amor de su vida se case con otro por el mayor bien del reino.


Más que el tema del sueño en la obra, esa oposición de alberío y libertad me ha fascinado. Puede que los valores postmodernos sean diferentes a ellos expuestos en La vida pero, sin embargo, encuentro mucha actualidad en los contenidos.

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